Indignado.
Así me sentí ayer, así me siento hoy y, seguramente, de la misma forma me voy a sentir mañana.
Soy partidario de defender una idea, un sueño, un anhelo. Pero cuando, en su defensa, se roza la estupidez me indigna.
Me entristece no poder creer en mi país, en su justicia, en sus dirigentes. Me indigna la persecución, la desfachatez y la mentira.
Es tanta (y tan burda) la mentira que ni ellos pueden sostenerla. Eso demuestra lo poco profesionales que son, su poca astucia y una marcada sub-inteligencia.
La persecución inagotable, coronada hace días con una denuncia penal a Graciela Bevacqua y Nicolás Salvatore, me demuestra que este gobierno está preocupado, una vez más, en el mano a mano. Los dos representantes de esta tiranía insólita (Guillermo Moreno y Aníbal Fernández) demuestran que el combate cuerpo a cuerpo y la descalificación personalizada son moneda corriente.
En palabras de Moreno “…estas consultoras resultan formadoras de opinión y de expectativas de distinta naturaleza en el mercado, y ello -en conjunto con distintos bancos- puede llegar a tener influencia en la oferta y la demanda, facilitando la concreción de estrategias especulativas en el mercado de bonos…”
Efectivamente, Sr. Moreno, estas consultoras resultan formadoras de opinión. Y resultan de esa forma, porque hace cinco años no podemos confiar en nuestro Instituto Nacional de Estadísticas y Censos. Porque, como usted sabrá, ya no podemos creerle. Porque en el Ministerio de la Verdad (Miniver, en neolengua) que usted comanda, destruyen todos los documentos fiables que pueden perjudicar la imagen de su gobierno y no son condescendientes con la historia que ustedes nos quieren contar.
Es sorprendente que parte de su gobierno tampoco le crea. Porque el Ministerio de Trabajo valida documentos y estadísticas de consultoras privadas. Porque, por más que la presidente (si, con e) anuncie un nuevo aumento a los jubilados, ella sabe que es mentira. Todos sabemos que es mentira. Y quedó demostrado acá.
Otro tema preocupante es la forma de la mentira. Porque no es disimulada. Tampoco sutil. Pero, como la desfachatez es absoluta, no les interesa que nosotros, los comunes, descubramos sus mentiras y las pongamos en evidencia.
Atte,
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